Después de una mala racha en otros juegos, casi dejaba de probar cosas nuevas. Pero un día, mientras tomaba un tinto en un café de Medellín, un tipo al lado mío jugaba algo que parecía interesante. Le pregunté y me explicó cómo funcionaba. Colombia es un país de segundas oportunidades, así que decidí darle una última chance al entretenimiento en línea. El juego de las minas me devolvió la diversión, y aunque no gano siempre, la adrenalina de cada partida lo vale.
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¡Qué decís, papá! Lo encontré mientras stalkeaba una cuenta de apuestas en Twitter, uno de esos hilos donde todos discuten como si fueran técnicos profesionales. Alguien tiró 1win y dije: bueno, probemos. Y terminé quedándome más de lo esperado. Tiene ese equilibrio justo entre simpleza y emoción. Me gusta porque no se siente forzado, podés entrar, apostar y seguir con lo tuyo sin estar navegando como idiota entre 20 pantallas distintas.
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